Nos gusta lo conocido. La certidumbre. Ansiamos tener el control y nos desagradan todas aquellas situaciones inesperadas. Pero en muchas ocasiones la vida no nos lo pone fácil, ¿verdad? En el management actual se repite hasta la saciedad que vivimos en un entorno VUCA (en castellano serían las siglas de volátil, incierto, complejo y ambiguo). Parece que simplemente definiendo el entorno de esta manera ya podemos tener un poco más de control sobre él. Es como si al saber a qué nos enfrentamos nos pudiésemos preparar para asegurar nuestro éxito en “la batalla” (de hecho, la definición VUCA fue acuñada por la U.S. Army en los años 90).
Sin embargo, frecuentemente olvidamos que el entorno no existe como tal, que no es un ente con vida propia contra el que hay que defenderse. El entorno somo todos y cada uno de nosotros. El entorno somos seres humanos en relación y VUCA o cualquier otra etiqueta que empleemos tiene más que ver con nuestra interpretación de la realidad que con lo que realmente está sucediendo ahí fuera. Vemos dificultades y probablemente las haya. Pero tal vez, y en muchos casos, esas dificultades están más relacionadas con nuestra propia rigidez, con nuestra incapacidad para controlar lo que no nos gusta que con la realidad en sí misma. Quizás el entorno no sea tan VUCA como pensamos y simplemente el entorno y la vida son. Cualquier descripción que hagamos de ello habla más de nosotros mismos que de lo que realmente está sucediendo. Tal vez una definición tipo VUCA podría ser aplicada a cada uno de nosotros y dedicar más tiempo a poner energía en transformar lo que llevamos dentro y desgastarnos menos con lo que está fuera. Mientras veamos a eso que llamamos entorno como algo separado de nosotros, estaremos perdidos.
Nuestra manera de ver el mundo y lo que pensamos sobre él es lo que define nuestra actitud y nuestro comportamiento y, por supuesto, impacta directamente en nuestras relaciones. Ver el entorno (insisto, seres humanos en relación) como algo incierto, complejo, hostil, etc. podría llevarnos fácilmente a relacionarnos con el otro como si fuese un enemigo, un competidor o un mero recurso para alcanzar un fin determinado. Si en un ejercicio de autoindagación pudiésemos desenmascarar a esa interpretación de la realidad que tantas veces hacemos, podríamos ver que tras ese telón se esconde un profundo miedo. Y, por supuesto, ese miedo se está viendo avivado en los últimos tiempos por la utilización que algunos, producto de su propia interpretación, hacen de la situación actual.
Por ello, es necesario detenerse y no dejarse arrastrar por la inercia del “relato” que impera en nuestra sociedad. No es momento de esperar pasivamente la aparición de grandes líderes y sí de asumir nuestro propio liderazgo y responsabilidad. Ya sea en nuestra pequeña parcela o al frente de una gran corporación. Autoliderarnos para conquistar un espacio en nosotros mismos de mayor consciencia desde el cual podamos observar para comprender y comprender para elegir conscientemente quién queremos ser en cada situación inesperada de nuestra vida (ya sea en la situación actual o en las que nos queden por vivir). Es momento de desenmascararse y traspasar las barreras que nos separan. Momento de integrar que solo nos tenemos los unos a los otros para desde ahí abrazar nuestra humanidad y conectar con lo realmente importante en este brevísimo lapso de tiempo que llamamos “nuestra vida”.
¿Y cuál puede ser el papel de las organizaciones?
Hoy más que nunca necesitamos de espacios en los cuales nos podamos sentir seguros y protegidos para mostrar nuestra vulnerabilidad. Espacios para compartir con otros nuestras más profundas individualidades, anhelos y preocupaciones. Tal vez las organizaciones guiadas por un firme propósito de contribución humana más allá del éxito material puedan dar un paso al frente y erigirse como ese espacio desde el cual cuidar a las personas. Cuidar a los suyos (trabajadores y clientes) pero también al entorno del que forman parte.
Cuando hablamos de cuidar nos referimos a ese cuidado que se da cuando soltamos completamente la necesidad de control y las expectativas del resultado y nos entregamos al otro con absoluta confianza. Cuidar verdaderamente a las personas en las organizaciones supone un cambio de paradigma desde el cual dejamos de ver a los demás como algo a “gestionar” o “liderar”. El verdadero cuidado de las personas no nace de las políticas de bienestar ideas en un despacho. Nace de la escucha, de la confianza, de la autonomía y de la horizontalidad. Nace de un profundo respeto hacia el otro y de integrar que todos somos partes igual de importantes dentro de un todo más grande y global en una inevitable interdependencia.
Cuidar no es más que una manera de relacionarnos con los demás y eso es precisamente lo que debemos transformar: nuestras relaciones. Si ese cuidado no es auténtico, es decir, no está basado en unas relaciones sólidas y verdaderas asentadas sobre el respeto muto, ante una situación como la actual podremos caer fácilmente en el distanciamiento y la separación relegando “el cuidado” a un segundo plano a la espera de que las cosas vayan “bien” otra vez. Pero el cuidado de las personas poco o nada debería tener que ver con los resultados económicos. El cuidado es, como veíamos, una actitud, un simple gesto que tiene que ver con un propósito y una profunda conexión con lo realmente importante en esta vida. Cuidar es cuestión de comprender para qué estamos aquí (en la empresa, en la sociedad, en la familia… en la vida). No es algo que podamos postergar. Cuidar unos de otros es un asunto urgente y más cuando la inercia nos está empujando a la separación y al distanciamiento.
¿Podrán transformarse las organizaciones, esos lugares en los que nos pasamos la mayor parte de nuestra vida, en espacios más humanos donde podamos sentirnos cuidados y respetados convirtiendo nuestro trabajo en algo con sentido y significado? El momento de actuar es ahora.
Y tú, ¿quieres transformar las relaciones interpersonales de tu organización? Llámanos y te contaremos cómo podemos hacerlo.
Manuel Darriba – Cofundador de Koesencia