Si en un ejercicio de reflexión conjunta dentro de nuestra organización nos planteásemos cuestiones tan importantes para nuestro éxito colectivo como, por ejemplo:
- ¿Cómo podemos abordar las situaciones de estrés e incertidumbre en nuestro día a día sin desgastarnos mental y emocionalmente?
- ¿Cómo pueden nuestros equipos mantener la cohesión y el rendimiento en un entorno de constante incertidumbre, presión y cambio?
- ¿Cómo podemos aumentar y mantener el compromiso y la vinculación de los miembros de la organización?
Si lo hiciésemos nos daríamos cuenta rápidamente de que la respuesta y la solución a todas estas preguntas no es sencilla. No estamos hablando de algo concreto que podamos activar o pulsar a modo de botón. Estamos hablando de personas relacionándose con el entorno y entre ellas mostrando al hacerlo diferentes actitudes y comportamientos. El resultado positivo o negativo de dichos comportamientos está íntimamente ligado a las habilidades emocionales y sociales (llamadas comúnmente soft skills o habilidades “blandas”) que poseen las personas e impactará directa e inevitablemente en los resultados organizativos.
¿En qué consisten estas habilidades exactamente?
Cuando hablamos de soft skills nos referimos a habilidades o cualidades que forman parte de la propia persona (ya sea porque las posee o porque las ha adquirido) y que van más allá de su formación académica y de los conocimientos técnicos. Estaríamos hablando, por ejemplo, de capacidad para gestionar la incertidumbre y el estrés, adaptabilidad, flexibilidad o resiliencia en el plano individual y de empatía, comunicación, trabajo en equipo o liderazgo cuando nos referimos al plano relacional o social.
Por lo tanto, las habilidades “blandas” son las que nos permiten relacionarnos con el entorno y con los demás de una manera adaptativa y saludable dejándose ver momento a momento a través del comportamiento y actitud que adoptamos ante cada situación de nuestra vida.
¿Por qué es tan importante entrenarlas dentro del ámbito organizativo?
Hace unos años la investigación “The Future of Jobs” de la Universidad de Harvard concluía que el 85% del éxito profesional de una persona depende de sus habilidades emocionales y sociales. Resulta fácil de entender cuando observamos como los trabajadores de cualquier organización muestran altísimos niveles de cualificación técnica, pero sin embargo esto no parece suficiente a la hora de dar respuesta a las complejas demandas de los trabajos actuales en el llamado entorno BANI (quebradizo, que genera ansiedad, no lineal e incomprensible).
De alguna manera parece que las habilidades socioemocionales que traemos “de serie” no están a la altura de las circunstancias y demandas actuales. Las evidencias las podemos observar en el enorme desgaste físico, mental y emocional que están experimentando muchas personas en sus puestos de trabajo y en los descensos de productividad, falta de iniciativa, absentismo o mal clima laboral que están sufriendo muchas organizaciones.
Sin duda, en el contexto laboral actual habilidades como la capacidad de adaptación, la flexibilidad mental, la creatividad, la concentración, la regulación emocional o la comunicación tienen una importancia fundamental siendo un elemento clave que en muchos momentos puede marcar la diferencia.
¿Cómo impactan estas habilidades en las organizaciones?
El entrenamiento y desarrollo de las soft skills se extiende a todos los niveles de la organización dando forma a la cultura organizativa y afectando directamente a los resultados. Su entrenamiento impactaría en tres niveles dentro de la organización:
- A nivel individual: permiten a las personas adquirir una mayor capacidad de resiliencia y gestión positiva del estrés, aumentar su responsabilidad, iniciativa y creatividad y desarrollar una mayor empatía y actitud positiva.
- A nivel colectivo: ayudan a los equipos a mejorar la comunicación, la conexión y el trabajo grupal y fomentan el desarrollo de una mayor capacidad para gestionar y resolver los conflictos.
- A nivel organizativo: permiten obtener una mejora de la productividad y del clima laboral, un aumento de la motivación y compromiso de las personas fomentando una cultura organizativa más flexible y adaptativa ante los cambios.
¿Cómo desarrollar estas habilidades desde la organización?
Es un proceso que podríamos resumir en 4 aspectos clave:
1.- En primer lugar, es fundamental que podamos tomar consciencia de la importancia que tienen estas habilidades y de cómo pueden estar afectando al conjunto de la organización. Debemos darnos cuenta de que cada comportamiento y actitud que se da en el día a día es un reflejo de las habilidades socioemocionales que poseen o que les faltan a las personas. Por lo tanto, no es algo que podamos obviar o relegar a un segundo plano.
2.- En segundo lugar, es importante que podamos identificar las competencias emocionales esenciales para el correcto funcionamiento de la organización. Tal vez podamos plantearnos cuestiones como: ¿Cuáles son las habilidades críticas para el éxito de nuestra organización? ¿Qué tipo de actitudes y comportamientos se están dando en el día a día? ¿Son los deseables? ¿Qué tipo de relaciones son las que nos permitirían impactar de manera más clara en los resultados organizativos?
3.- Una vez identificados estos aspectos clave para la organización es fundamental poder evaluar y diagnosticar. Para ello debemos centrarnos en los comportamientos y conductas observables de las personas en diferentes situaciones y evaluarlas a través de un análisis cualitativo y cuantitativo que nos permita tener una “foto” clara del punto de partida.
4.- Si algo tienen las habilidades “blandas” es que se pueden fortalecer y entrenar. Por ello, una vez que tengamos claro cómo estamos en el momento actual es esencial definir dónde queremos estar y cuáles son las acciones que vamos a realizar para lograrlo con el máximo nivel de detalle. Necesitamos un plan adaptado con una hoja de ruta e indicadores que facilite el que poco a poco se puedan transformar las relaciones y los resultados organizativos.
5.- Por último, estaría la puesta en marcha de las acciones específicas definidas. El desarrollo de estas habilidades exigirá parar y crear espacios para la reflexión y el aprendizaje combinando siempre la formación grupal con las sesiones individuales y midiendo el impacto de cada una de las acciones realizadas.
En definitiva, es fundamental crear y desarrollar una cultura organizativa que promueva el entrenamiento de este tipo de habilidades ya que el contexto actual así lo exige. Una cultura que fomente la flexibilidad, el aprendizaje, la autonomía y la adaptación y que garantice el éxito presente y futuro de la organización.
Por último, recordemos que las organizaciones las hacen las personas y que solo ellas con su actitud, compromiso y motivación conseguirán que podamos marcar la diferencia como organización.
Y tú, ¿quieres transformar las relaciones de tu organización y construir una cultura organizativa basada en el desarrollo de las personas? Ponte en contacto con nosotros y te contaremos cómo podemos hacerlo.
Manuel Darriba – Cofundador de Koesencia